Me gustaría escribir la canción más bonita del mundo y después comérmela para que nadie pueda leerla y así no morirme de vergüenza.
Me gustaría que un ejército de monstruos y fantasmas se metiera en mi estómago y devorasen mis pesadillas, esas que no me dejan dormir por la noche y las que me impiden escribir la canción más bonita del mundo.
Porque el día que yo escriba la canción más bonita del mundo será en sueños, donde nadie la pueda ver, excepto mis entrañas, solas ellas y yo como niñas en una fiesta de pijamas.
Esta canción estará llena de sueños normales y corrientes, de margaritas y helados de yogur, las señoritas irán vestidas con tutú y los caballeros con frac azul flotando sobre las nubes al son de la orquesta filarmónica de violines plastidecor.
Las bañeras no se llenarán de sangre, no habrá lloros ni despedidas, los chicos y las chicas harán el amor, porque en mi canción todo el mundo hace el amor, se quieren mucho o lo necesitan mucho.
Las madres se taparán los ojos o se quedarán fuera a menos que traigan tutú y estén dispuestas a hacer el amor.
A todo el mundo le tocará un premio diferente: a las rubias una silla rosa con cojines de algodón donde puedan sentarse cómodamente a leer un libro, a los rubios un trachinas con cinco bolas de regalo para que puedan cazar pájaros en una isla desierta, a las morenas un lavado de pelo de por vida en la mejor peluquería de la ciudad, las veinticuatro horas del día a cualquier hora y en cualquier circunstacia, estén embarazadas o en periodo de lactancia, a los morenos un rizador de pestañas para que se lo regalen a las morenas que se lo agradecerán eternamente con pasteles de manzana que les caerán del cielo con tan sólo una palmada, a las pelirrojas un ordenador portátil con conexión a Internet para que puedan conocer al domador de leones de su vida y a los pelirrjos un neceser con maquinilla y espuma de afeitar y si no tienen barba un rotulador para que se la pinten y aguarrás para que se la afeiten, pero tendrán derecho a que las rubias y las pelirrojas les hagan masajes en los pies todos los miércoles de la semana.
Todo el mundo tendrá miedo dos horas a la semana y será después de comer una rebanada de pan de molde con crema de cacao (en cristiano pan bimbo con nocilla). A unos les darán miedo los zapatos del compañero, a otros los teléfonos rojos. Las ardillas, las pinzas de depilar, las toallas suaves, los oceanos de caramelos, las ovejas a bolos, los semáforos de tres colores, los cromos de la liga de balompié, los sobres de las cartas, los abrigos de las mayores de sesenta y cinco años, las carpetas de las quinceañeras o la mermelada de fresa también estarán entre las posibilidades. Porque a nadie le dará miedo la oscuridad, las arañas, las serpientes, las aves, la soledad o la muerte, esto ya da miedo en la vida real y estamos en una canción, concretamente en la canción más bonita del mundo.
Y con todo esto, si alguien sigue pensando que si la compongo no voy a tragármela, sinceramente, está loco y por ello le aplaudo.